Este 4 de julio ha sido un
día lleno de acontecimientos emocionantes. Se celebra la
independencia de los EE.UU., la gente se prepara para el txupinazo de
los sanfermines, y, como no podía ser de otra manera…
¡Llega la manifestación del Orgullo Gay de Madrid!
Y es que no se trata de una
manifestación cualquiera. ¡A cuántas manifestaciones has ido tú
tras tres días seguidos de fiesta, carrera de tacones y actuaciones
de Leticia Sabater y Yurena incluidas! Pues sí, imagínate el
resultado. Todos lisiados por no saber manejar un tacón (si es que
ya no se respetan las tradiciones), junto con la facha de oso panda
(“lo de facha” referido a cara, no a Ana Botella, ni a Aguirre;
que como diría Kika Lorace, “Ciao Ciao”), y con la
correspondiente pérdida de neuronas tras la actuación de la Leti
y la Tamara (cuales Whitney Houston y Madonna juntas- ¡Cuánto
arte!).
Pues sí, ni con ese
parraque metido en el cuerpo, la gente no pierde la ilusión
por celebrar su orgullo reivindicando ser quien es, y vivir como es
(dejo ya mi tono de manifestación). A las 18 horas del sábado ya no
cabía ni un solo alfiler para ver la manifestación y posterior
desfile de carrozas en el Paseo del Prado. ¡Qué bonito se hace
todo, sobre todo cuando uno aguanta allí pese a tener que soportar
las gélidas temperaturas de 40ºC a la sombra!
Y es que el ambiente es
espectacular. ¡Vamos, que invita a estar allí! Con el tórrido Sol
dándote en la cara, dejándotela cual cangrejito guiri en
Torremolinos; con la calorina palpable justo en el momento en
el que emana de ti el típico olor a sobaco cebollero (¡qué
glamuroso todo!), claro momento en el que sabes que vas a ligar lo
mismo que Paco Martínez Soria con las suecas (sí, es un icono
hipster… y lo sabes…), y ves que la manifestación no avanza. Y
dan las 7, las 8…. Hasta que te das cuenta de que te has puesto al
final del recorrido y que los manifestantes salen casi con una hora
de retraso. Tras unas risas por aguantar el encantador ambiente
cuando podrías haber ido con algo más de fresquito (y sin sobaco
cebollero, todo sea dicho), es cuando te das cuenta de que te has
quedado sin tema de conversación con el resto de la gente. Cuando
tus neuronas reaccionan a la temperatura nivel-microondas y sueltas
un: “¡Pues se ha quedado buen día!”. Ahí reflexionas ¡Un buen
día, con 40ºC a la sombra, dos horas sentado esperando a pleno sol
discutiendo con las abuelillas para no perder el sitio, y con el olor
a sobaco cebollero!
Pero al final llega la
manifestación. Batucada, compromiso político de algunos (careta de
otros, cada uno a entenderlo), pancartas en las que ves que defienden
tus derechos, carrozas que hacen aún más visible el mensaje que
estás allí defendiendo (con buenos maromos, todo sea dicho, aunque
al final acabes afónico de gritar cual albañil obrero con hucha al
aire-tenía que incluir una imagen erótica, lo siento-), y sobre
todo un ambiente festivo y de respeto (igualito a las manifestaciones
de Rouco y compañía, algo significará todo ello). Ahí ves que el
sufrimiento horrible ha merecido la pena; y que ya no hay olor a
sobaco cebollero, ni calor que valga la pena. Ves que estás
donde tendrías que estar. Y cuando vuelves a Chueca a seguir con la
fiesta- tras ver, por supuesto, a la primera alcaldesa de Madrid en
recoger una manifestación del Orgullo- vuelves a sentir el agobio de
oleadas y oleadas de gente, por todos lados, que parece que te vas a
morir. Pero no, está claro que el año que viene, y el que viene; y
por qué no, el que viene, tu sitio estará allí. Porque,
simplemente, te sientes orgulloso de quien eres, seas gay, hetero,
intergénero, transexual, bisexual, o de Venus. Así que solo me
queda decir… ¡Felicidades a ti, que lees esto!
@adrian_parrondo
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