Parece que fue ayer cuando
nos conocimos por primera vez. Aquella tarde era fría en la calle,
pero ardiente en nuestros corazones solitarios.
Tras esa primera cita,
vinieron muchas más, cada una de ellas superaba a la anterior; es lo
que hacia la ilusión por verte. Y de repente en una de esas citas
llego el momento que ambos estábamos deseando y que quizá por miedo
al rechazo o por timidez no nos atrevimos a hacer antes. Por fin nos
besamos.
Con el paso del tiempo
llego ese momento mágico en el que dos almas llenas de amor se
funden en una sola. Dicen que cuando hay de verdad ganas el lugar es
lo de menos, y eso es lo que hicimos, dejarnos llevar por lo que
sentíamos en ese preciso instante.
La forma con la que me
mirabas, tus abrazos sorpresas por la espalda llenos de calor y tus
palabras tranquilizándome cuando mi mundo interior se derrumbaba,
hacia que me sintiera el chico más feliz y afortunado del universo.
Pero paso el otoño y con
el nuestro momento. Y esa noche oí lo que quizás nunca me hubiese
gustado escuchar de tu boca, aquella en la que siempre me refugiaba
cada vez que te veía. Ya no
querías seguir así
conmigo, quizás te habías cansado de mis inseguridades o de mi
forma de jugar al amor, quizás fuera eso...
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