Ese
domingo por una vez no me tuve que levantar a las 7 am, por tanto,
podía tomarme las cosas con calma. Con un ojo en el Twitter y el
resto del cuerpo en lo demás. Hasta que vi algo que acaparó mi
atención: un tiroteo en EEUU. Es una lástima que por su laxa
legislación de armas nos tengan acostumbrados a tiros, muertos y
heridos en masacres urbanas.
Esta
vez era distinto, contenía odio hacia parte de la sociedad: la
comunidad LGTB. Un asalto armado a un club de ambiente tras el cual
no dejaban de subir el número de fallecidos y las malas noticias no
daban descanso. Al final, la policía tras un intercambio de
disparos, mató al culpable. Aun así, a este le había dado tiempo a
arrebatar la vida a 49 personas. Además, todas ellas desarmadas.
El
mundo, tanto famosos como anónimos, volcó sus mensajes de repulsa
al ataque y de condolencia con los fallecidos en redes sociales.
Otros, aprovecharon para mostrar que no son humanos. Pero a ellos no
les voy a hacer mucho caso, allá ellos con su conciencia. La
humanidad estaba en estado de shock
Al
día siguiente e incluso durante esa tarde dominical, se
desarrollaron homenajes improvisados en todas las ciudades. Se
leyeron manifiestos y se encendieron velas para recordar que por
mucho que se haya hecho en la materia no hemos acabado los deberes.
Ni siquiera en la sociedad occidental. Yo tuve la oportunidad de
acudir al de mi ciudad, un acto cargado de emoción contenida.
Por
mi parte, sufrí un estremecimiento de pensar que esto podría haber
pasado en la zona de ambiente de mi ciudad. O del de otra en el que
hubiera estado. Todavía tenía presentes los datos de las agresiones
en Madrid. Sin olvidar las pequeñas discriminaciones que se sufren
día a día. Son de ese tipo de cosas que aunque no nos hayan pasado
las notamos. Como si nuestra alma se llenase de agujeros de
cardenales y agujeros de bala.
Aquel
ataque fue un empujón para contar la verdad en casa. Para levantarme
y luchar por mis derechos en la calle. Quizá todos hemos muerto un
poco con la noticia; no debemos caer en el miedo ni dejarnos vencer
por la impotencia. Hay que seguir adelante recordando que su odio nos
hace más fuertes.
@blindnightblog9
Es realmente injusto que tengamos que sufrir ese odio innecesario e inmerecido por el simple hecho de no ser heterosexuales. Yo también he pensado lo mismo que tú. ¿Y si llega a pasar en mi ciudad y yo estoy ahí? No sabría si podría contarlo. A pesar de tener que pasar constantemente por ese odio, aún hay gente ignorante, indeseable y repugnante que sigue tratándonos como la mierda, sin pensar en cuánto nos duele, en cuánto sufrimos por su culpa. Aun así, nunca dejaremos de luchar por lo que es nuestro: por un hueco en la sociedad y por nuestros derechos.
ResponderEliminarBuena entrada ^^
Un saludo.
Muchas gracias Miles. Y por supuesto a este blog.
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